Otra vez Halloween. Vuelven los maratones de
películas slasher, las fiestas de
disfraces en los pubs de Malasaña, y las discusiones estériles en Facebook
entre los que critican la invasión de la perniciosa cultura norteamericana,
aquellos que dicen que están celebrando Samhain, y los que en el fondo solo buscan
una excusa para ponerse hasta el culo.
A mí me da igual; viviendo en Inglaterra, ya hemos
comprado las calabazas enormes para decorar el jardín y las bolsas de dulces
para que los niños no nos llenen la fachada de huevos podridos. Las quejas
podéis dirigirlas al papa Gregorio III, que fue el iluminado que mandó
trasladar Todos los Santos de mayo a noviembre.
En fin, al lío.
El año pasado ofrecí en el blog una lista de diez lecturas para Halloween, con la particularidad de no incluir ninguna
obra de los típicos autores que aparecen en todas las recopilaciones de terror.
Nada de Edgar Allan Poe, nada de Stephen King y nada de H. P. Lovecraft.
Este año quería hacer algo diferente, y que además
os resulte útil para vuestros proyectos personales, así que hoy vamos a
analizar dos técnicas literarias muy efectivas que no aparecen con demasiada
frecuencia en los manuales de escritura creativa al uso.
Estoy hablando, como ya os habréis imaginado, de
la ouija y de la escritura automática.
Ouija
La ouija es una herramienta bastante sencilla. Consiste
en un tablero (generalmente de madera, aunque puede ser de cualquier material),
sobre el que se han pintado las veintiséis letras del alfabeto, los números del
0 al 9, y las palabras “sí”, “no”, “hola” y “adiós”. A través del tablero
podemos contactar con cualquier espíritu del otro lado, el cual guiará nuestro
dedo letra a letra. Por desgracia, no incluye tildes,
caracteres especiales ni la letra eñe, por lo que después de cada sesión será
necesaria una labor de revisión concienzuda.
![]() |
La ouija del autor, un modelo para escritores basado en la obra de Edgar Allan Poe, del que soy un gran admirador. |
Aun teniendo en cuenta este defecto, lo cierto es
que la ouija es una alternativa interesante que resultará del agrado de aquellos
escritores que no gustan de planificar demasiado sus manuscritos.
¿Historias de éxito? A patadas.
Por ejemplo, Jap
Erron, una novela de Emily Grant Hutchings, fue escrita por completo a través
de un tablero de ouija, dictada nada menos que por el espíritu del afamado
novelista Mark Twain. Y Sandover, un poema épico-apocalíptico de
más de quinientas páginas elaborado con el mismo método ganó el National Book Critics Circle Award en
1983; una parte del mismo se había hecho unos años antes con el Pulitzer de poesía.
El propio Yeats
usó las comunicaciones que obtenía a través de este instrumento como
inspiración para buena parte de su obra poética más tardía.
Escritura automática
Para los escépticos de la ouija, o para aquellos
que busquen un sistema algo menos denostado en la cultura popular, existe un
método que no requiere de ningún instrumento adicional, aparte del consabido
papel y bolígrafo. Hablamos, como no podría ser de otra forma, de la escritura
automática.
El método consiste en
escribir sin utilizar pensamientos de forma consciente, y de este modo tratar
de eliminar cualquier censura o represión que nos estemos imponiendo sin
percatarnos. Los mayores defensores de la escritura automática fueron los escritores surrealistas de la
primera mitad del pasado, gente como André Bretón, Apollinaire, Lorca o
Cortázar. Pesos pesados de la literatura.
No obstante, la escritura automática también puede
utilizarse de un modo menos prosaico, para intentar contactar con todo tipo de
entidades sobrenaturales. Por ejemplo, el famoso mago Aleister
Crowley escribió el Libro de la Ley usando la escritura automática, y su
experiencia demostró con creces su efectividad: Terminó la obra en tres sesiones
de una hora de duración, limitándose a transcribir las palabras de una entidad
llamada Aiwass, que se las iba dictando por encima de su hombro izquierdo.
El caso más famoso de todos, sin embargo, es el de
Take Over, la novela póstuma de James
Bond escrita por Ian Fleming desde el Más Allá.
Pongámonos primero en situación. Es Octubre, año 1970. Ian
Fleming lleva seis años muerto tras sufrir un ataque al corazón. Su hermano Peter,
que también era novelista y que administraba el legado literario de Ian,
recibe la visita de un banquero jubilado que le asegura que trae
magníficas noticias. Aparentemente su hija, llamada Vera, tiene entre
sus manos el manuscrito de sesenta mil palabras de una novela inédita de James
Bond escrita por el propio Ian. El nombre de la novela es Take Over.
¿Cómo es posible?, se pregunta Peter. La respuesta
es muy simple: Vera es capaz de sumirse en una especie de trance y, a través de
la escritura automática, puede comunicarse con los espíritus de los muertos. De
hecho, dice con una sonrisa, Peter Fleming no es el único que ha contactado con
ella para dictarle una novela.
Intrigado, Peter pide el manuscrito para hacer una
valoración. Tras leer las primeras páginas descubre que, al perder la
vida, su hermano también debió de perder el talento, así que rechaza la
publicación de la obra.
Poco tiempo después, Vera empieza a transcribir
una antología de treinta mil palabras bajo el nombre de Tales of Mystery and
Imagination, donde todos los
cadáveres de renombre tienen un espacio para desarrollar su prosa. Parece que la
hija del banquero también ha entrado en tratos con juntaletras tan insignes
como Sir Arthur Conan Doyle, H. G. Wells, Edgar Wallace o W. Somerset Maugham,
y cada uno de ellos ha querido colaborar con algún relato para tan curiosa
antología.
Al año siguiente, Vera transcribe una novela
entera de Maugham, que queda inconclusa cuando su propio marido fallece de
forma inesperada, quizá porque a partir de aquel momento todos sus esfuerzos
espiritistas se dirigen a la comunicación con su difunto esposo.
El periodista Jon Speer comentó que la muerte del
marido de Vera era una circunstancia «bastante afortunada desde un punto de
vista literario».
Cuestiones de autoría
Técnicamente, las obras producidas mediante uno de
estos dos sistemas no pertenecen al médium, sino que serían del espíritu que ha
dictado las palabras. Sin embargo, en España los derechos de autor subsisten
setenta años después de la muerte física del escritor (ochenta años para los autores
fallecidos antes de 1987 de países miembros de la Unión Europea), y aquí está
la clave: con independencia del año en
el que sean producidas. Después pasarían a formar parte del dominio público,
y por lo tanto quedarían libres de derechos de explotación o patrimoniales.
Esto quiere decir que la Ley de Propiedad
Intelectual vigente nos permite, por ejemplo, publicar una nueva novela dictada
por Arthur Conan Doyle, que falleció hace ochenta y cinco años, pero no una de
Ian Fleming, que murió hace solo cincuenta y uno.
Para entidades preternaturales y conciencias
alienígenas, recomiendo consultar con un abogado que sea especialista en
derechos de autor y que pueda asesorarnos convenientemente.
* * * *
¿Y vosotros? ¿Habéis escrito alguna novela mediante la ouija? ¿Habéis conocido a algún escritor fantasma? Podéis contarme vuestras experiencias paranormales en los comentarios. Mientras tanto, ¡feliz Halloween!

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Primera vez que ando por estos lados y con que menudo post me he encontrado.
ResponderEliminarNi en 100 años escribiría relato o novela con una ouija, supongo que soy demasiada cobarde, la verdad no tanto cuando tuviste por 5 años un fantasma molestando. No leeré ninguno porque me pondría un poco histérica si sucede algo sobrenatural mientras leo.
Buenísimo post.
Saludos.
Bárbara C.
Hola Bárbara. ¡Bienvenida al blog! La verdad es que sí, tener un fantasma pululando por casa no es lo más agradable del mundo. Y si encima es el fantasma de un escritor, con todas sus manías, ya la cosa se pone todavía más chunga…
EliminarMuchas gracias por comentar. Un saludo :-)
La pregunta es: ¿DÓNDE ESTÁ VERA? Me encantaría que me dicte y termino mi novela en dos patadas! O espero que después de mi muerte, Vera sepa quién fui y dónde estoy! :-P
ResponderEliminarFuera de broma, cuando escribimos sin tiempo y espacio, cuando el "flow" es positivo y más que automático, pareciera que "alguien" nos dicta por encima del hombro. Cuando practico escritura libre, dejo decantar y unos días después me releo: no puedo creer que sea yo quien haya escrito "semejantes barbaridades" ;-) (o genialidades, no soy consciente de ello hasta que me releo).
Me he reído mucho con tu comienzo; suelo reírme a carcajadas con la típica anual de esta fecha: "Aleluya, Halloween!" "Maldita sea: Halloween!" jajajaja.
Muy buen post,
Abrazo creativo.
Si, cuando estamos “inspirados” todo fluye de forma tan sencilla que nos abandonamos, y parece que es otra persona quien hace el trabajo. Pero ya fuera de bromas, yo he practicado la escritura automática (sin espíritus mediando, todo hay que decirlo) y recomiendo la experiencia. Escribir un par de páginas sin pensar, y luego pararte a analizarlo. A veces salen cosas interesantes, asociaciones de ideas, metáforas y símiles para poemas…
EliminarMe alegro de que te haya gustado el post. ¡Un saludo!